Por. Karol Bolaños
El amor de lo cotidiano, ese del día a día. El amor químico, orgánico, espiritual y vital. El amor que abriga alegría y emoción. Ese amor que apasiona y revive en cada acto simple y complejo de la vida el poder del ser. Ese es el amor que me gusta sentir.
Lo veo cada día caminando, creando, trabajando, cuidando, durmiendo, sintiendo y respirando esa vitalidad poderosa que alimenta el alma. Ese es el amor de lo cotidiano, de lo presente, de lo imaginado y realizado. Ese es el amor que me apasiona.
El amor que en palabras simples del infante es darse besos y abrazos. Ese mismo que en la complejidad emocional adulta es básicamente un poder cósmico que genera emoción de vivir, dibuja sonrisas y apasiona. Ese es el amor que me inspira.
Ese amor que es tan ilimitado, libre, repentino, sólido, presente, cuidadoso, confiable, honesto, curioso, experimental y constante es el elegido.
Ese amor que no posee, ese que libera. Ese amor es el que me asombra.
Ese amor que alienta el ser y que es capaz de comprender que siendo se es. Ese es el amor que amo.
Ese amor que sorprende cada día, que inspira e incita a amar. Ese es el amor que me gusta amar.