Por. Karol Bolaños
El muy desesperado la veía desde la ventana. Intentaba tocar su piel, sentir su perfume y devorar su interior.
Ella lo había reconocido, mucho antes de imaginar que pasaría por ahí.
Había premeditado cada paso, cada zarandeo, la nota de su perfume y hasta el destello de su mirada.
No pretendía nada, porque la nada era parte de todo. Siendo nadie, la que habitó la nada, sólo quedaba borrar el jamás fue.
Él estaba ahí, en la ventana, con la mirada llena de ansias y revancha. Como si alguien tuviese que pagarle algo que jamás había ganado.
Ella lo había confirmado, un nadie buscando el todo, se enfrentaba a la nada.
Él, se estiro para alcanzarla, de pronto, sintió un profundo dolor, lo que sostenía se le cayó y mientras detallaba lo sucedido, descubrió una flecha que había atravesado su mano, minutos después, la nada lo había alcanzado y su aliento se había desvanecido.
Nadie supo que la nada había alcanzado un jamás. Sólo ella, que el roce la lanza esquivo a su pasar.